Descripción: | Copia del lienzo que le valió a López Mezquita la Medalla de Oro Nacional, se adscribe a un formato horizontalizante y está tratado por medio de una pincelada suelta, libre, con emplastecidos y cambios de grosor, herencia impresionista dentro de una concepción realista y de denuncia, o protesta social. Una fila de presos, de izquierda a derecha, taciturnos, cabizbajos y en actitud de avanzar por el plano, hacia el lateral izquierdo, encarna el primero de los términos. Es aquí donde la luz incide con mayor fuerza, provocando destello y reflejos, a la vez que deja en cierta oscuridad el fondo pictórico. Un guardia civil, con capa, tricornio de charol y carabina al hombro derecho, inicia la marcha, seguido por un hombre en cuya espalda descansan buen número de bultos y paquetes. La intensidad emocional nace a partir del tercero de los protagonistas, un hombre de indiscutible edad, de baja estatura, calada boina y abrigo de tres cuartos, que se sirve en su caminar de otro caballero maduro que lo asiste a su izquierda vestido de gabardina blanca al igual que el sombrero de hongo, con pantalón y zapatos en negro. Tras ellos, otra pareja de presidiarios, el que más al fondo queda, con sombrero de ala ancha en fieltro morado, donde la luz incide con absoluto dominio, y su compañero, de boina hasta las cejas y bufanda al cuello, que mira al espectador arrancando la complicidad de éste, gracias a un tratamiento psicológico excepcional, con gestos tristes y denunciadores, que reclaman el amparo del que viere la escena. Camina con la cabeza baja el siguiente guardia civil, que cierra la marcha, y se viste como su compañero, con cuellos en rojo que pregonan su rango de cabo, ocultando la boca por el frío que parece asolar el sitio. Una mujer, a la izquierda del suboficial, la figura que más próxima queda al espectador, con un bebé entre sus brazos, persigue al grupo, gestualmente alterada y triste. Al fondo, en el lateral derecho, una pareja de acomodados ciudadanos, de frente al espectador, contempla la marcha de estos que son conducidos, con la moda de la época por enseña (vistoso traje el caballero, sombrero de tocado en negro y complementos la señora, asida al brazo del hombre). Terminan los planos en una ciudad insinuada por la pincelada, con una claridad desbordante que desprende el fondo, como fin a un cuadro enmarcado por una madera tallada y sobredorada. |