Sonidos del Albaicín

Antes de inventarse los relojes personales (pulsera o bolsillo), se inventaron otros más o menos grandes y pesados que se colocaban en lo alto de las torres y campanarios de los pueblos y ciudades para que los ciudadanos tuviesen conocimiento de la hora del día. A estos relojes se les conectaba a una campana grande y sonora que iba indicando con un toque peculiar las horas y cuartos de hora cuando se iban cumpliendo. Es un proceso que aunque parece sencillo, requiere del funcionamiento adecuado de pequeñas y grandes piezas que han de ponerse de acuerdo en mecanismos complejos de transmisión, de precisión y fuerza, bien balanceados, con el fin de que estas piezas juntas al completar sus movimientos, lo transfieran luego a la campana.

Detengámonos a escuchar los sonidos que emite este reloj cuando marca las horas o cuando pasan unos segundos, escuchemos el silencio. Pensemos que se trata de una actividad emblemática de cierta clase de edificios (Catedrales, Ayuntamientos, etc.). En el lugar que nos ocupa, la sonoridad percibida en la calle al funcionamiento de la campana es media-alta, con una gran influencia de los niveles en medias y altas frecuencias y también con gran incidencia en los niveles de interferencia en la comunicación verbal. La particular configuración de la calle, provoca múltiples reflexiones que dificultan la localización de la fuente a aquellos que no conocen el barrio.